Pancho levanta la tapadera de la caja de madera que siempre estaba debajo de la cama de su madre. Saca dos brillantes pistolas. Las sostiene por varios minutos, como si las estuviera pesando. Una delgada línea flamea en los cañones de las pistolas con el reflejo de fuego, que está calentando un cazo en el otro cuarto. En las culatas estaba grabado el nombre Juan.'' La madre de Pancho, una viuda de diez años, entra al cuarto. Mortificada, le dice, -Hijo, no lleves las armas al pueblo, por favor, no las lleves, Pancho. Él pone el pesado cinturón alrededor de su delgada cintura, atándolo al último ojillo, pero todavía es muy flojo. Pancho tiene que practicar hasta que encuentra un modo de caminar para que no se caiga su cinturón. Pancho se siente muy orgulloso usando las pistolas de su padre. Se pone el sombrero y camina despacio a la puerta, oyendo el sonido de las botas al tocar el piso de madera. Mientras abre la puerta, su madre le ruega otra vez, -Hijo, no lleves las armas al pueblo, por favor, no las lleves, Pancho. Él le sonríe y le dice, -Madre, tú sabes que tiene que llegar el día en que sea hombre, como mi padre. Ahora tengo dieciocho años. La madre, sabiendo que no puede detenerlo, le da la bendición y lo ve irse.
* * * * * *
Dejando la puerta golpear detrás de él, Pancho sale del sol y entra en la cantina Las Tres Parcas. Es un lugar oscuro, oliendo a humo y borrachos, y está casi vacío este mediodía. Después de esperar unos segundos para que sus ojos se ajusten a la oscuridad, y al caminar a la barra, alguien se burla de él, pero es muy oscuro para ver quién. Pancho se sonroja y siente que sus armas están más y más pesadas. Mientras se acostumbra a la oscuridad, las facciones de la cara del malvado se aclaran, y es la cara de Enrique Pinos, el hombre que asesinó a su padre hace diez años. Pancho trata de ignorar las burlas y provocaciones de Pinos, pero cuando Pinos empieza a profanar el nombre de su padre, Pancho empieza a estremecerse con furia y de pronto trata de agarrar sus armas. Suenan dos balas y Pancho está en el suelo, todavía debilmente tratando de agarrar sus armas. Él vagamente oye la voz de su madre en la distancia, diciendo, -Esposo mío, no lleves las armas al pueblo, por favor, no las lleves, Juan. Pancho muere como su padre, mirando las botas negras de Enrique Pinos, en el piso de Las Tres Parcas.
Óscar Wolters Español 2b 30 de enero, 1988 colegiochabotjfzc12/x/00
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